BURDIEU
. Bourdieu, Passeron y el “Capital cultural”[21]
El
concepto de capital cultural comenzó a ser utilizado en forma
teóricamente sistémica a través de los trabajos de Pierre Bourdieu y
Jean-Claude Passeron[22] sobre
la reproducción cultural y el papel de la acción pedagógica escolar.
Posteriormente Bourdieu ha avanzado en
la definición del concepto de capital cultural a través del
análisis de los tres estados de su existencia. Según este planteo,
el capital cultural existe en:
Un
estado incorporado al individuo: hábitos y disposiciones durables del
organismo.
Un
estado objetivado en bienes culturales: libros, cuadros, máquinas, etc, y
En
un estado institucionalizado: que se expresa fundamentalmente en los títulos
escolares.
El capital cultural incorporado.
La incorporación del capital cultural se efectúa a
través de acciones pedagógicas cuya naturaleza ya fue analizada a través del
proceso de socialización. El producto de esta incorporado son
hábitos cuyas características se definen de tres rasgos principales:
- La durabilidad:
es decir, la capacidad de engendrar prácticas estables en el tiempo.
- La transparencia:
definida como la capacidad de aplicación a la mayor cantidad de campos de
acción posibles, y
- la exhaustividad:
o sea, la propiedad de reproducir en sus prácticas la mayor cantidad de
principios correspondientes a la cultura de un grupo social.
Retomando en cierta medida la conceptualización de
Berger y Luckmann sobre las dos fases de la socialización (primaria y
secundaria), Bourdieu y Passeron también distinguieron la formación de un
hábito primario que caracteriza la inculcación producida en el trabajo
pedagógico familiar y que corresponde tanto a la idiosincrasia paterna como al
lugar que ocupa la familia en la estructura social, por un lado, y por el
otro, los hábitos secundarios, producidos por toda acción pedagógica
posterior. En este sentido, la acción educativa básica brinda la
matriz original de acumulación de capital cultural y la efectividad de toda
acción pedagógica posterior dependerá del ajuste que tenga con respecto a esa
acción educativa primaria. Además, el capital cultural incorporado
es el que permite la apropiación del capital cultural objetivado.
El Capital cultural objetivado.
En este sentido, los objetos culturales admiten dos
tipos de apropiación: una material, qu4e supone capital económico y otra,
simbólica, que supone capital cultural. La apropiación cultural de un
cuadro, un libro, una máquina, etc. Supone la posesión de los elementos que
hacen posible su consumo o su utilización y, en este sentido, es posible comprender
la ambigüedad que existe en la apropiación de los bienes culturales
objetivados, ya que su propiedad material no garantiza su utilización y su
aprovechamiento.
El Capital Cultural institucionalizado.
El estado institucionalizado del
capital cultural revela su conexión más formal con el sistema
educativo. A través de los Títulos, el capital cultural adquiere una
independencia relativa de sus portadores biológicos concretos y del capital
cultural efectivamente incorporado. Los títulos acreditan la
posesión de cierto capital cultural, que puede ser –por intermedio del
diploma—convertido en mercancía con valores determinados según las leyes del
mercado.
Una forma más simple de entender al
“capital cultural”
La descripción anterior de la teoría
del “capital cultural” de Bourdieu y Passeron, es la simplificación de una
teoría que en estos autores es mucho más amplia y compleja, destinada a
analizar a la sociedad total, principalmente francesa. Sin embargo,
es posible imaginar al acervo cultural del niños como un capital (como
el capital comercial) que es invertido en el sistema
educativo. Si este capital es considerable porque en el seno de la
familia ha habido abundancia de capital cultural incorporado y objetivado (una
familia en que se han inculcado hábitos de convivencia social, voluntad de ser,
amor a la lectura, el buen lenguaje y curiosidad por saber, etc.; donde el niño
viaja y el arte musical, pictórico, etc., esta en su ambiente, tiene acceso a
tecnología moderna, etc.), podemos suponer que si el niño “invierte” este
capital cultural en un sistema educativo eficiente, obtendrá ganancias
considerables en la forma de un amplio acervo de conocimientos que le permitirá
enfrentar la vida con muchas perspectivas de triunfar.
En el caso de un niño con un capital
cultural medio, donde el capital cultural incorporado y objetivado es menor que
en el caso anterior, al “invertir” este capital en el medio educacional,
podemos imaginar que obtiene ganancias medianas. Como el comerciante
al que su negocio “le da para darse vuelta no más”, a nuestro estudiante
le da para aprobar apenas, hasta terminar en el sistema. Sus
probabilidades de triunfo en la vida son menores, salvo que en un momento logre
incrementar su capital cultural con su propio esfuerzo y dedicación.
El tercer caso es el del niño que
proviene de una familia en que el capital cultural del que es provisto es pobre
en capital cultural incorporado y objetivado. Al invertir su magro
capital cultural en el sistema educativo, como el comerciante que termina “quebrado”,
tiene un pobre rendimiento y probablemente tenga que retirarse y no llegue al
final. Su desempeño en la vida será posiblemente, el del obrero mal
calificado. Ese es un símil muy simplista, pero podría permitirle
comprender al estudiante de pedagogía lo importante que resultan ser los
aspectos culturales contextuales en la vida del niño, para su buen desempeño en
el sistema educativo y en la vida misma.
Importancia para la teoría educativa.
A
través de la enunciación de los estados de existencia del capital cultural es
posible advertir su significativa importancia para la teoría
educativa. De las múltiples posibilidades de análisis, la más
frecuentemente empleada ha sido la que permite estudiar el rendimiento
diferente del aprendizaje escolar en niños de origen social
distinto. Desde este punto de vista, el éxito del trabajo pedagógico
escolar, es decir su rendimiento, depende de la distancia entre el capital
cultural que la escuela pretende inculcar y el capitula cultural adquirido en
el proceso de socialización primaria familiar. La acción pedagógica
escolar está organizada suponiendo que los niños acceden a ella con una
dotación de capital cultural interiorizado que les permite recibir e incorporar
los elementos específicos de capital cultural que la escuela pretende
inculcar. Del conjunto de aspectos susceptibles de ser analizados en
este punto, el lenguaje es uno de los ejes centrales. No resulta
casual que la mayor magnitud de fracaso en la acción pedagógica escolar se
registre precisamente en los primeros años de la escuela básica, dedicados a la
lectoescritura. En este punto, el concepto de capital cultural y el
análisis de su papel en la explicación del rendimiento escolar pueden
conectarse en forma directa con la teoría y las comprobaciones
sociolingüísticas de Basil Bernstein.
Sin
embargo, las discrepancias entre socialización primaria y secundaria (como lo
presentan Berger y Luckmann) implican también una dimensión relativa a los
sectores sociales portadores de una y de otra. En el caso del
sistema educacional, particularmente en estructuras sociales altamente
segmentadas como las de América Latina, la socialización secundaria expresada
por la educación formal, por ejemplo, tiende a reproducir la realidad social
del mundo de las capas medias y altas de los sectores urbanos. En
estos casos puede utilizarse el concepto de Bourdieu y Passeron (1977) acerca
del mercado cultural en el cual se define el valor de las pautas difundidas por
las diferentes acciones pedagógicas. El acceso masivo al sistema
escolar implica, desde este punto de vista, un intento de unificación o de
homogeneización del mercado cultural. Cuando las diferencias son muy
altas, el éxito de la socialización secundaria resulta escaso y dificultoso. Aquí
radicaría la explicación del fracaso de la acción pedagógica escolar, que exige
un capital cultural mínimo para poder tener acceso a la interiorización del los
mensajes y los estímulos.
Pero
otra consecuencia de este contacto es la ratificación de la existencia de
órdenes culturales no sólo diferentes sino jerárquicamente ordenados: “cuanto
más unificado está el mercado en que se constituye el valor de los productos de
las diferentes acciones pedagógicas, más responsabilidades tienen los grupos o
las clases que han sufrido una acción pedagógica inculcadora de una
arbitrariedad cultural dominada de que se les recuerde el no-valor de su
adquisición cultural, tanto por las sanciones anónimas del mercado de trabajo
como por las sanciones simbólicas del mercado cultural”[23]
Un
buen resume la teoría de Bourdieu, uniéndola a las posiciones lingüísticas de
Bernstein (aunque no lo dice) es ofrecido por el antropólogo Conrad Kottak
cuando dice: “Pierre Bourdieu considera que las prácticas lingüísticas son
un Capital simbólico que las personas con una preparación adecuada pueden
convertir en capital social y económico. El valor de un dialecto, su
posición en un ‘mercado lingüístico’, depende del grado en que proporciona
acceso a puestos deseados del mercado de trabajo. A su vez, esto
refleja su legitimación por las instituciones formales: la educación oficial,
el estado, la iglesia y los medios de comunicación prestigiosos. En
las sociedades estratificadas, incluso las personas que no utilizan el dialecto
de más prestigio aceptan su autoridad y corrección, su ‘dominación
simbólica’. De este modo, las formas lingüísticas, que carecen de
poder en sí mismas, toman poder de los grupos y de las relaciones que
simbolizan. Sin embargo, el sistema educativo (defendiendo su propia
validez) niega esto, desvirtuando el habla de prestigio como si fuera
inherentemente mejor. La seguridad lingüística de los hablantes de
clase baja y de minorías es el resultado de esta dominación simbólica”[24]
Las perspectivas teóricas presentadas
hasta aquí representan estudios muy conocidos a partir de las décadas de los 70
y 80. Las teorías de Bernstein y Bourdieu-Passeron, han impactado la
educación en el mundo y cambiaron muchas de las formas de ver a la educación
como un mero acercamiento idealistas de la cultura a los niños.
Algunas de estas teorías son particularmente
importantes para el desarrollo de la educación preescolar y
básica. En realidad se supone que el jardín infantil dirigido a los
sectores socio económicamente más bajos está allí para compensar la motivación
y preparación deficiente para la vida que produce el ámbito familiar y
poblacional, estableciendo un capital cultural deficiente parta el paso del
niño por el sistema educacional básico y medio. Esto vale también
para el papel de la educación básica en cuanto a su papel
compensatorio. Sin embargo existe la persistente impresión en
nuestro medio de que al jardín Infantil y la escuela básica de los sectores de
menos ingresos no esta cumpliendo su tarea compensatoria. Las
teorías de la sociología y la antropología educacional referidas a la
socialización temprana y secundaria ayudan --–junto a otras
disciplinas-- a la/el profesional de la educación parvularia o
básica a ver con más profundidad los elementos significativos de este proceso,
facilitando la tarea del planificador educacional, tanto como la del
profesional de aula. También son una motivación y una orientación a
futuros estudios e investigaciones en la materia.
2.2. La vertiente marxista.
Antes que nada hay que entender que se
trata de un marxismo europeo norteamericano, crítico y epistemológica y
teóricamente autónomo de la pureza doctrinaria del marxismo oficial de la
Academia de Ciencias de la Unión Soviética. Las tesis centrales de
estos investigadores apuntan a examinar la forma en que la escuela contribuye a
reproducir las diferencias de clases (trabajadora versus capitalista) en el
mundo capitalista, negando así la pretensión de igualdad y libertad que se
supone para todos.
2.2.1. Althusser y la escuela como
Aparato Ideológico del Estado
“Su interpretación de la escuela
como aparato ideológico del Estado (1985) marcó el punto de partida de las
teorías marxistas de la educación. Althusser toma de Gramsci la
importancia de la dominación ideológica para comprender la reproducción de las
condiciones de producción, aunque realiza un tratamiento superficial de la
teoría gramsciana de la ideología. Por el contrario, otorga una
mayor importancia al papel del Estado en la reproducción de las relaciones de
dominación de la que le concede Gramsci. (...) para asegurar la
reproducción de las condiciones de producción el capitalismo no solamente
necesita la fuerza del trabajo, sino también individuos dominados
ideológicamente. Las posiciones económicas determinan “en ultima
instancia’ las posiciones ideológicas, pero son instancias distintas las que se
encargan de asegurar la reproducción.”[25]
La dominación ideológica es ejercida
por los Aparatos Ideológicos del Estado, uno de los cuales es la
escuela “la principal función de la escuela, como aparato
ideológico del Estado, es contribuir a garantizar las condiciones de
producción, mediante la producción de las posiciones ideológicas de laso
individuos. Pero además, contribuye a la reproducción de las fuerzas
productivas mediante la transmisión de habilidades y saberes que reproducen la
división social del trabajo. El sistema educativo, en consecuencia,
tiene una función dual: producir posiciones laborales (mediante la instrucción
técnica) y producir la interiorización de las relaciones de producción
(mediante la inculcación de la subordinación y de las reglas de
comportamiento). En el capitalismo contemporáneo la escuela pasa a
ser la institución fundamental para asegurar la reproducción de las relaciones
de producción, ejerciendo el papel que en otros momentos históricos han
realizado otras instituciones (como la Iglesia en la Edad Media), y para
proporcionar las destrezas necesarias a la fuerza de trabajo.[26]
Su artículo sobre el aparato escolar
como aparato ideológico dominante abre la puerta para el estudio de la
socialización y de las formas de dominación cultural en la escuela”[27]
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